domingo, 14 de octubre de 2012

Fantomas


En 1969, a Guillermo Mendizábal, frisando los cuarenta años de edad, se le ocurrió actualizar al personaje Fantomas de los folletines franceses de principio del siglo XX; quizá tomó como modelo a otro personaje similar de la historieta italiana llamado Diabolik —eso sólo él lo supo. En sociedad con el dibujante Rubén Lara, Mendizábal creó no tan sólo al personaje, sino toda su parafernalia: el profesor Semo, sabio que lo apoyaba con sus artilugios electrónico-mecánicos, el robot C-19 creado por éste, y lo rodeó de bellezas que respondían a los nombres del Zodiaco; todas estaban enamoradas de él, pero Fantomas de ninguna. Lo situó en su refugio de las inmediaciones de París y también lo dotó de otro refugio en una isla secreta de los mares del sur. Todo lo diseñaron entre ambos: características físicas y psicológicas.

Como Mendizábal carecía de los recursos económicos para publicar su historieta acudió a la editorial Novaro S.A., por la época de los años sesenta, la primera publicadora de historietas estadounidenses (tenía contrato con los sindicatos de historietas de ese país), compraba los clichés y hacía las traducciones al español. Pero también era publicadora de historietas de origen mexicano, tenía varias series (“Vidas de santos”, “Tesoro de cuentos clásicos” y otras). En Novaro, el responsable de las historietas mexicanas era Alfredo Cardona Peña, fino poeta y cuentista costarricense avecindado en México, quien vio en Fantomas buenas posibilidades. El poeta tico revisaba los argumentos y el dibujante Moro revisaba los dibujos. Primero lo publicó como parte de la serie “Tesoro de cuentos clásicos” y al cuarto número lo sacó de ahí y le dio independencia formal. Fantomas fue un éxito rotundo. Al terminar de entregar el número 6 Mendizábal exigió sus regalías. Cardona Peña no se ocupaba de asuntos administrativos y lo mandó con el Jurídico. Ahí le informaron a Mendizábal que Novaro no ofrecía regalías a sus argumentistas ni dibujantes. Les pagaba su trabajo por número y con un contrato que caducaba una vez publicado. Eso sí, pagaba bien, cosa que no hacía la competencia, la cual tampoco pagaba regalías. En esos tiempos abundaban las editoras de historietas.

No hubo arreglo y Mendizábal anunció que retiraba su personaje. Entonces el Jurídico le informó que no podía hacerlo porque Novaro ya lo había registrado como propiedad intelectual suya en Derechos de Autor. De todos modos, Mendizábal y Lara se negaron a seguir trabajando para Novaro.

Cardona Peña buscó guionistas y dibujantes. El tico frecuentaba una peña literaria cuya sede era una cantina céntrica. La peña se autotitulaba LEAB (Liga de Escritores y Artistas Borrachos); en realidad Cardona Peña (de unos cincuenta años) era el patriarca de esa liga, formada por jóvenes entre los veinte y treinta años. En la cantina Salón Palacio un sábado por la tarde solicitó a los presentes candidatos para guionistas de Fantomas. Dos de ellos aceptaron en el acto al oír el pago de mil pesos por número y otros se negaron a ello aduciendo que era rebajar su intelecto. De ahí surgieron Gerardo de la Torre y Gonzalo Martré. El primero rondando los treinta años y el segundo los cuarenta. Por otra parte, Cardona había conseguido ahí mismo a la escritora Rosa María Philips, guionista de otras series. Para el dibujo atrajo a un ayudante de Rubén Lara, Víctor Cruz, quien hizo una regular imitación del diseñador gráfico de Fantomas.

Los tres guionistas trabajaron alternándose durante un año para Fantomas. Cruz pudo imitar con decoro el trabajo de Lara, aunque jamás lo superó. Rubén Lara en realidad era muy bueno y original.

Fantomas fue un éxito formidable desde el principio. Al cabo del primer año Philips se retiró por enfermedad y De la Torre por hallar en la televisión educativa (Plaza Sésamo, Canal 11) un campo más lucrativo (colaboró en Fantomas hasta 1972 muy esporádicamente), y Martré quedó prácticamente solo como argumentista durante los siguientes ocho años. Si Mendizábal fue el “padre” creador de Fantomas, Martré fue su segundo “padre”, pues su trabajo nunca desmereció ante el primero, sino que lo superó —bajo los lineamientos originales.

Martré introdujo en esa historieta algunas modificaciones de guión, como hacer personajes a gente famosa de la vida real y darle a Fantomas un carácter más sarcástico. En ese tenor, en junio de 1975 a Martré se le ocurrió usar como personajes en el número 201, titulado “La inteligencia en llamas”, a cuatro escritores famosos, entre ellos a Julio Cortázar. Esta es otra pequeña historia: en Novaro también trabajaba el argentino Luis Guillermo Piazza como jefe literario, quien se tomó la molestia de enviar ese número de “La inteligencia en llamas” (sacado de un verso de José Gorostiza en su famoso poema Muerte sin fin) a Cortázar. Cortázar discurrió que, puesto que a él no le habían pedido permiso para figurar en la historieta, él podría utilizar a Fantomas en un trabajo suyo. Entonces escribió el folletín Fantomas contra los vampiros multinacionales con ilustraciones del número controvertido y se lo envió a Piazza, quien se encargó de proponerlo al influyente periódico Excélsior, cuyo director Julio Scherer no titubeó en publicarlo con un tiraje altísimo de 30 mil ejemplares, siendo también todo un éxito.

Por ahí de 1978 Cardona Peña fue jubilado forzadamente por hallarse Novaro al borde de la quiebra debido a malos manejos financieros de su director general. Lo sucedió en el cargo Raúl Navarrete, hasta entonces secretario de Cardona. Navarrete era un monaguillo reaccionario y ultraderechista a quien la línea impuesta por Martré (y aprobada por Cardona) le desagradaba. En el acto chocaron y Martré decidió retirarse de Fantomas. Lo sucedió una legión de argumentistas, pero a todos les quedaron grandes los zapatos de Martré, ninguno acertó a darle el tono y la línea que éste había impuesto al personaje durante tantos años. Por lógica, ahí comenzó la decadencia de Fantomas, agravada porque en su crisis financiera el tamaño fue reducido a la mitad.

Finalmente Novaro fue vendida a un inversionista que de historietas nada sabía y se fue a pique y ni Fantomas pudo salvarla.

Ahora, un paréntesis respecto al dibujo. Ya se dijo que el trabajo de Víctor Cruz desmerecía junto al de Lara. Un buen día, a mediados de los años setenta, llegó a Novaro el dibujante peruano Gonzalo Mayo, quien traía la escuela de los dibujantes españoles y franceses del cómic de arte. A Moro se le ocurrió sustituir a Cruz por Mayo y la diferencia fue notabilísima. Era tan superior el dibujo de Mayo que Martré se empeñó en escribir argumentos para el lucimiento del dibujante. Pero ¡oh, incomprensión y falta de cultura!, el público lector estaba tan acostumbrado al dibujo plano de Cruz que no entendió el preciosismo de Mayo y las ventas de Fantomas bajaron. Cruz regresó a Fantomas y poco después Mayo fue contratado en Nueva York por los editores de Vampirella.

A fines de los ochenta la editorial Vid compró los derechos de Fantomas e intentó revivirlo. Pero se topó con el mismo problema anterior, nadie pudo superar, ni siquiera igualar a Martré y de nuevo Fantomas desapareció como historieta en poco tiempo.

Y que quede bien claro: si bien Alfredo Cardona Peña supervisaba los argumentos de Fantomas, jamás escribió uno. Como se sabe ahora, “La amenaza elegante” nunca se fue al olvido. Actualmente es una historieta de culto y sus fans suman miles en toda Latinoamérica.


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